ANTONELA MOSTACERO Y MARÍA EUGENIA COMERCI
Universidad Nacional de La Pampa
Instituto y Departamento de Geografía
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Resumen
El presente artículo indaga sobre la territorialidad campesina en espacios despojados de sus recursos hídricos del oeste de la provincia de La Pampa (Argentina) y el rol de la vivienda vernácula en el desarrollo de las estrategias de vida de las unidades domésticas rurales. Para ello, se analiza el caso de la zona de La Puntilla y los espacios que conforman la organización los puestos (doméstico, peridoméstico y de pastoreo). Finalmente, se analiza el significado que la enramada tiene para los puesteros, haciendo énfasis en la función simbólica y utilitaria de este elemento arquitectónico característico. Desde el punto de vista metodológico se recuperan diferentes materiales empíricos guiados por la metodología cualitativa. Además de sucesivas salidas de campo por la zona rural de La Puntilla, localizada en el centro del país, se cuenta con testimonios de puesteros, funcionarios y técnicos territoriales, fotografías, cartografías, encuestas y diversos documentos que posibilitan la triangulación metodológica.
Palabras clave
Arquitectura vernácula, Vivienda rural, La Puntilla, Argentina
Introducción
La construcción de la vivienda es un hecho social que expresa necesidades, expectativas y determinados puntos de vista. La configuración de una casa campesina [1] manifiesta material y simbólicamente muchos elementos de la vida social y relacional de los sujetos (Tomasi y Rivet, 2011). El relevamiento del sistema de asentamientos de puestos que da cuenta de las territorialidades campesinas es de vital importancia para poder comprender los esquemas de uso, apropiación y significados territoriales para las familias rurales de lo que llamamos espacios de borde de la Argentina. En el caso del oeste pampeano, utilizamos dicha categoría para referirnos a esos lugares menos insertos en la dinámica del capital, con dependencia y dominación, pero que tienen un margen de autonomía en sus lógicas territoriales y prácticas (Comerci, 2018).
En Argentina, a pesar del avance de la lógica empresarial, persisten productores familiares que presentan transformaciones de la unidad doméstica, en el espacio rural y en las representaciones (Bendini y Steimbreger, 2013). El concepto de territorialidad campesina hace posible representar el complejo caudal de estrategias que al campesinado le permiten resistir y permanecer en condiciones agroecológicas y socioinstitucionales históricamente desventajosas y en contextos de expansión concentrada del capital (Torres, Pessolano y Moreno, 2014).
En el espacio occidental pampeano, caracterizado por su menor valoración de recursos en el marco de los modelos dominantes en el país, con semiaridez ambiental, pequeñas localidades y más de quinientos puestos distribuidos en la zona rural (ver Mapa 1), los despojos históricos de sus recursos hídricos, el avance de la propiedad privada y las lógicas individualistas están alterando la dinámica espacial.
Los puestos constituyen la unidad de residencia familiar, no siempre fija a un sitio, pues las pasturas pueden cambiar con el transcurso de los años o, taparse las aguadas y relocalizarse las viviendas rurales en otro sector del campo. La denominación de los puestos está asociada con la presencia de recursos en el lugar, situaciones vividas o deseadas por sus dueños o, incluso, historias generadas en esos sitios.
En los puestos localizados sobre la depresión fluvial del Atuel-Salado, y específicamente en La Puntilla, el proceso de asentamiento de criollos e inmigrantes, se asoció directamente con la presencia de los escurrimientos superficiales y su posibilidad de aprovechamiento. Muchas familias realizaron usos particulares mediante la construcción de pequeñas acequias y tajamares (reservorios de agua antrópicos) destinados al riego de agricultura frutihortícola y forrajera para la subsistencia y, eventualmente, el mercado. Otras explotaciones no ribereñas, garantizaban la reproducción simple o ampliada mediante la cría del ganado ovino, vacuno, equino y caprino, utilizando el agua dulce y la oferta de pasturas.
Con el paso del tiempo los taponamientos destinados a regar chacras mendocinas cortaron los brazos principales del río Atuel y los caudales fueron disminuyendo hasta que la construcción del represamiento El Nihuil en 1947, interrumpió de manera abrupta el escurrimiento del río. El paisaje y su percepción cambiaron. La ausencia de esta fuente de aprovisionamiento de alimentos y de provisión de agua para consumo humano y ganadero, significó pérdidas económicas, demográficas, ecológicas y culturales de irreparable valor (Comerci y Dillon, 2014).
En este escenario, las familias tuvieron que alterar su forma de vida ante la falta de agua o al padecer inundaciones, sin previo aviso, cuando se producían las sueltas aguas arriba. Las prácticas productivas-reproductivas actuales y las formas de construcción social del espacio no son más que formas de adaptación, persistencia y –en algunos casos de resistencia a la desarticulación campesina– ante las transformaciones en el ambiente por la construcción de las obras y los usos aguas arriba. Estos procesos, que implicaron más de setenta años de desarrollo, alteraron algunos elementos del imaginario colectivo, redefinieron las estrategias, modificaron las formas de percepción de los sujetos, la construcción social de la vivienda y la distribución de los asentamientos rurales (Comerci, 2012a).
En este marco el objetivo de este trabajo es reflexionar sobre la construcción e identificación del puestocomo parte de una estrategia integral de reproducción social de las unidades campesinas. Concebimos las estrategias, desde la perspectiva de Pierre Bourdieu (2014), como el conjunto de prácticas combinadas que posibilitan los procesos de reproducción social de los grupos. Desde la década del ochenta constituyó un concepto central en las Ciencias Sociales porque permitía comprender cómo los habitantes rurales y urbanos trataban de resolver sus problemas de sustento y organizar sus recursos. Sin embargo, como señala Clara Craviotti (2011), introducía los riesgos involucrados en la propia noción del término, pues a menudo se enfatizaba en los procesos de cálculo racional y en la respuesta mecánica a los problemas presentados. Desde miradas críticas se propone abordar el estudio de las estrategias como un concepto operativo, sensible a la imprevisibilidad, a las interferencias derivadas de los intercambios entre las acciones personales y familiares y los contextos sociales (Bjerg y Boixadós, 2004). De esta forma, las estrategias no están determinadas por factores estructurales ni son mero producto de una decisión libre e individual; existe en los sujetos sociales un margen de elección y de acción condicionado por los factores estructurales. El grado de autonomía de los sujetos depende de las condiciones sociales objetivables y la posición relativa en el espacio social en el que las estrategias pueden estar comprometidas (Bourdieu, 2014).
Las reflexiones en este trabajo se enmarcan en el proyecto de investigación de la Universidad Nacional de La Pampa y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en los que participan las autoras titulado “Estrategias de reproducción social en espacios de borde del centro de Argentina (2000-2016)” que busca discutir y aportar en torno a cómo se desarrollan y articulan las prácticas de sujetos sociales que forman parte de espacios de borde en contextos de expansión capitalista. Resulta necesario analizar de manera integral las estrategias de reproducción social y la forman en que los sujetos se articulan con otros actores sociales. Para ello desarrollamos una mirada común con abordajes interdisciplinarios (desde los Estudios Culturales, la Geografía y la Comunicación Social), que recuperan la voz de los sujetos y combinan distintas fuentes primarias y secundarias hiladas por la investigación cualitativa.
En este contexto, el artículo indaga acerca de la vivienda campesina en espacios de borde, en este caso despojados de sus recursos hídricos en la zona de La Puntilla (ver Mapa 1). A continuación, se analizan, en la zona rural de La Puntilla, los espacios que conforman los puestos, teniendo como foco la organización funcional y los métodos constructivos utilizados. Asimismo, se caracteriza un espacio arquitectónico de gran significación para los grupos domésticos llamado enramada.
Metodológicamente se recuperan diferentes materiales empíricos guiados por la metodología cualitativa. Como ya se señaló, concebimos las estrategias como construcciones sociales producto del sentido de los sujetos, el conjunto de acciones y formas de percepción realizadas en forma permanente, que permiten el desarrollo de procesos de producción-reproducción de los grupos (Bourdieu, 2014). Los procesos de toma de decisiones y construcción de estrategias se estructuran a partir de los deseos, aspiraciones, representaciones y de la particular forma que tienen los sujetos de internalizar los riesgos e incertidumbres a los que se encuentran sometidos en el campo social en el que desarrollan sus actividades (Comerci, 2012b). Dados los objetivos del artículo, sumados a la ausencia de estadísticas confiables e información editada sobre el oeste pampeano, hicieron imprescindible un abordaje desde la perspectiva que ofrece la investigación cualitativa. Hemos utilizado la estrategia metodológica del muestreo teórico para descubrir las categorías y sus propiedades, dado que posibilita ampliar o reducir potencialmente los conceptos. Las estrategias metodológicas utilizadas para poder reconstruir las diversas prácticas y sus combinaciones a través del tiempo fueron la observación participante, conversación informal, entrevistas en profundidad, historia de vida e interpretación de documentos diversos. Además de los diez puestosrecorridos (entre los años 2008 y 2018) dentro de la unidad de estudio se tuvo la oportunidad de concurrir –aplicando la técnica de observación participante– a reuniones organizadas por el Programa Social Agropecuario, además de otras referidas a la cuestión de las tierras en la unidad de estudio. En las sucesivas salidas de campo por la zona de La Puntilla se obtuvieron testimonios de puesteros/ras [2], funcionarios y técnicos territoriales, además de fotografías y cartografía. Esa información fue triangulada con datos de la encuesta del programa Pilquén [3] y documentos previos sobre espacios y sujetos con similares características y proceso de conformación.
La vivienda campesina como expresión de las prácticas sociales
La vivienda representa una manifestación cultural que permite dilucidar las complejas estrategias de organización social y territorial de una comunidad (Vigil Escalera, 2014); no debe ser solo comprendida como unidad arquitectónica, sino además como resultante de un complejo proceso en el que confluyen factores sociales, económicos y técnicos condicionantes de su conformación y también de sus cambios (Sacriste, 1968).
En este marco, en el mundo campesino, la construcción de la vivienda vernácula y la organización del espacio de pastoreo implican siempre la puesta en acción de numerosos saberes y técnicas que se han modelado, adaptado y transformado a través del tiempo en función de los procesos internos y externos que afectan al grupo doméstico.
En el caso de estudio, la zona de La Puntilla, la impronta del proceso de desecamiento y cese del escurrimiento permanente del río Atuel y sus brazos (como el arroyo de la Barda), fue tan grande que afectó, no solo las actividades productivas sino también los patrones de asentamientos rural, formas de acceso a los recursos y estrategias de vida en su conjunto. Ante el despojo histórico de los recursos hídricos del río Atuel, por la posición periférica de la provincia de La Pampa, aguas abajo del aprovechamiento de la represa Los Nihuiles y la ausencia de un manejo integrado de la cuenca, las familias ribereñas han generado nuevas estrategias de reproducción social y usos del espacio.
En los puestos de la zona de La Puntilla, localizados en las cercanías del cauce del del río Atuel –confluencia del Atuel con el Salado–, en la subregión denominada “Llanuras aluviales del Atuel-Salado” (INTA, 1980), el principal factor que ha explicado la localización de los asentamientos rurales es la presencia de los recursos hídricos superficiales (ríos, brazos, arroyos). En estos sitios, además de las prácticas productivas-reproductivas, diferentes elementos antrópicos dan cuenta de la importancia del agua (y su aprovechamiento) en el diseño territorial: desde bombas y molinos localizados en los cauces a puentes colgantes, maromas (cuerda gruesa que se usa para cruzar bañados y/o pequeños arroyos) y balsas construidas en forma precaria que se utilizan, ocasionalmente, cuando se libera el caudal.
Con el nuevo ambiente generado con la interrupción del caudal permanente y el no cumplimiento de los acuerdos firmados con Mendoza, se generaron en los últimos setenta años, procesos de relocalización de puestos en busca de agua, en muchos casos generando la construcción de viviendas y corrales en cauces secos.
El trabajo de campo por la zona –en distintas oportunidades– da cuenta de condiciones de pobreza estructural en los grupos domésticos crianceros de caprinos, equinos, y en menor medida, vacunos. Además de plantel avícola y la caza de fauna silvestre, complementan sus ingresos con empleos temporales fuera del predio y en las localidades de Santa Isabel y Algarrobo del Águila (servicio doméstico, changas, entre otros) y obtienen ingresos desde el Estado Nacional a través de asistencia social y transferencias directas tales como asignaciones familiares, tarjeta social, jubilaciones o pensiones [4]. A continuación, avanzamos en la organización funcional de los puestos en La Puntilla.
Caracterización del puesto
A menudo, las referencias a lo natural, lo espontáneo, lo anónimo o lo popular como explicación, invisibilizan los sentidos profundos que subyacen en cualquier producción arquitectónica (Tomasi, 2011). Consideramos que estas manifestaciones del hábitat son expresiones profundas del sentir de nuestros pueblos que forman parte de las estrategias de reproducción social y, al mismo tiempo, son un mecanismo de resistencia cultural cuyos procesos de producción colectiva de conocimiento son pocas veces tenidos en cuenta (Peyloubet, 2005; Ortecho, 2011).
Como señalamos en líneas anteriores, el diseño de los puestos expresa material y simbólicamente muchos elementos del entorno ambiental y relacional de los sujetos, modos de vida y condicionamientos a los están expuestos los grupos. Siguiendo a Jorge Tomasi: “las prácticas sociales de los diversos grupos pastoriles y las formas de construcción del espacio doméstico están imbricadas íntimamente con las formas locales de territorialidad” (2011, p. 42).
En el oeste de La Pampa, cada puesto constituye la unidad de explotación campesina y el asentamiento del grupo familiar, que se encuentra organizado en tres ambientes diferenciados: el espacio doméstico, el espacio peridoméstico y el espacio de pastoreo o campo abierto (ver Figura 1). A los puestos se accede, generalmente mediante uno o dos caminos irregulares o huellas que articulan los asentamientos dispersos, pueblos y atraviesan los espacios de pastoreo (Comerci, 2010).
El espacio doméstico está integrado por la vivienda o las casas, y la galería o enramada. La unidad habitacional se compone de un comedor, donde la estufa hogar o la chimenea ocupan un lugar protagónico, cocina separada, dormitorios que se van adosando a lo largo de los espacios comunes de acuerdo con la composición numérica del grupo familiar, y un baño que puede o no estar incorporado dentro de la vivienda [5]. La unidad no presenta espacios de circulación, sino que las habitaciones de comunican directamente a los espacios comunes o entre sí. La enramadaes un elemento semicubierto o semiabierto que puede aparecer adosado o no al resto de la vivienda y constituye una extensión del área social del puesto.
Las casas se suelen ampliar a medida que crece el grupo doméstico [6] y generalmente están separadas del resto del espacio por un cerco, llamado guardaparque que evita que ingresen los animales, construido con diversos materiales: palos y ramas, cañas, rocas, botellas, chapas o arbustos. Este cercamiento de la casa, establece un límite entre el espacio doméstico y el peridoméstico, entre el adentro y el afuera.
Construir las casas, lejos de ser una tarea sencilla, continúa implicando el trabajo conjunto de la familia y la puesta en acción de diferentes estrategias para la obtención de insumos. Los muros han sido construidos con recursos naturales obtenidos en la zona: en algunos casos se han usado mampuestos de adobe, elaborados en moldes, y en otros ladrillos cocidos, revocados con mortero cementicio, con embarre(Viñuales, 1981) o sin revocar (ver Fotografía 1).
Fotografías 1 y 2
Construcciones locales en La Puntilla.
Fuente: registros de las autoras, 2009 y 2018.
Las cubiertas se disponen a una o dos aguas con una ligera pendiente. Por lo general, la estructura es de troncos de madera del lugar (jarilla, chañar) sobre la que se disponen ramas de jarilla y pichana o caña atadas con alambre y/o ligadas con embarre de tierra y fibras vegetales. En los puestos en que los ingresos familiares son mayores se observa la implementación de chapa galvanizada. Suelen colocar polietileno en rollo como material con función hidrófuga por debajo.
Podemos referirnos al puesto como una construcción de carácter introvertido, que orienta pocas aberturas y de pequeñas dimensiones hacia el camino de acceso, mientras que las ventanas de los locales de función pública y las puertas exteriores se abren hacia la enramada, se encuentre o no adosada a la construcción principal.
El espacio peridoméstico es el área de transición entre la vivienda y el monte abierto. Se compone de diferentes construcciones y elementos accesorios que rodean la casa. Entre los más utilizados identificamos la cocina exterior techada, con fogón, el depósito, el sitio de provisión de agua (pozo con bomba o de extracción manual, es decir con aljibe o simplemente a balde), el depósito de agua para consumo doméstico (tanque o cisterna), la pantalla solar para abastecer de electricidad a la vivienda, el horno de barro, la letrina (en algunos casos aún la utilizan, en los que no la mayoría las conserva sin uso), el gallinero, el playón, los corrales para caprinos, el picadero para amansamiento de caballos, y, eventualmente, bebedero, manga y brete para vacunos (Poduje, 2000; Comerci, 2016).
Cada uno de ellos se organiza con una combinación de instalaciones y áreas de uso específico delimitadas territorialmente. Ante la ausencia del río Atuel, desde hace unos años, recorren los puestos los aguateros municipales que abastecen de agua para consumo humano cada quince días en depósitos que cada familia debe poseer. En consecuencia, al costado de la vivienda existen distintos depósitos de agua que varían desde cisternas a tanques para acumular agua de lluvia y la entregada por los aguateros.
Entre los principales cambios a través del tiempo en el espacio peridoméstico, más que nuevas funciones en el uso del espacio, podemos observar el uso de nuevos materiales constructivos como madera aserrada, chapa, morteros de cemento, ladrillo común, caños petroleros, entre otros. Otras transformaciones asociadas con el avance de la producción vacuna para cría se expresan en la incorporación de mangas, bretes, bebederos, molinos y tanques australianos.
Para la construcción de la cocina con fueguero (montículo de piedras, generalmente circular, donde se prende fuego para calentar y cocinar) de uso exterior se utiliza un sistema de tierra con entramado del tipo quincha [7] con fibras vegetales de jarilla, solupe, junco o pichana (especies vegetales locales), de ahí su denominación popular cocinitas de jarilla. Dentro del espacio peridoméstico en algunas explotaciones en las que pasan brazos del Atuel, se han realizado pequeños embalses o tajamares para retener el agua.
Al igual que en otros casos de arquitectura vernácula, tanto en el espacio doméstico como peridoméstico observamos variaciones en las tradiciones constructivas, los cuales en primera instancia pretenden utilizar los recursos de la región, debido a las presiones tecnológicas modernas generadas por la sociedad mayor (Rotondaro y Rabey, 1988).
Finalmente, el espacio de pastoreo o monte es el tercer espacio que compone el puesto, de vital importancia para la supervivencia de las familias. Este espacio, no solo provee diferentes recursos (frutos, raíces, maderas, ramas, hojas, agua) para la realización de infusiones, remedios caseros, tinturas naturales, combustión y/o consumo de animales, sino también ofrece fauna silvestre (tales como liebres, piches, ñandúes, jabalíes, entre otros), que posibilitan a los crianceros la realización de la caza de mamíferos silvestres y aves para el consumo doméstico o intercambio de carnes, pieles, cueros, plumas y/o huevos (Comerci, 2016).
Ante las crecidas del río Atuel sin previo aviso y la creciente alteración del cauce de inundación con la invasión de tamariscos, ubicación de corrales y demás instalaciones antrópicas generadas durante los setenta años en los que ha predominado un ambiente con el cese de los escurrimientos permanentes, determinados espacios de pastoreo están inundados y ya no permiten criar ganado vacuno y, eventualmente, caprino. En este marco algunos grupos domésticos deben trasladar los animales hacia campos de vecinos arrendando o haciendo acuerdos por porcentaje de animales por el uso del monte. La ausencia de alambrados, si bien posibilita la obtención de diferentes recursos del monte y un manejo más sustentable de las pasturas, requiere de un control permanente de los animales y, en caso de ser una familia pequeña con escasa mano de obra, puede ocasionar la pérdida de los caprinos.
Tanto la casa como el espacio que la rodea son ámbitos de dominio de la mujer. El mantenimiento de la vivienda suele estar a su cargo, así como el de los corrales y aguadas (si hubiere). Por el contrario, el monte, o área donde se realiza el pastoreo de los animales, así como las actividades de recolección y caza, es un espacio propiamente masculino, aunque hay excepciones de mujeres que tienen a su cargo estos trabajos.
De este modo, los espacios –doméstico, peridoméstico y de pastoreo– que conforman el puesto nos dicen mucho de la cotidianidad de quienes lo habitan pero también sobre el modo en que piensan y organizan su mundo y las limitaciones que poseen ante procesos estructurales que los afectan.
Espacio de transición: la enramada
Los espacios arquitectónicos no son solo recintos habitables sino también elementos cargados de múltiples significaciones. Las personas construyen su entorno a través de prácticas cotidianas. En consecuencia, el producto no es neutral o pasivo, sino por el contrario, activo y dinámico, y por lo tanto generador de significado (Zarankin, 1998).
Coincidimos con Bárbara Göbel (2002), en que las casas constituyen “almacenes materiales de prácticas culturales pasadas” (p. 70). La enramada o ramada es un ejemplo de cómo algunas prácticas se conservan en el tiempo más allá de la influencia de posibles modas tipológicas impostadas. La enramada fue advertida en estudios de Robert Lehmann–Nitsche en la caracterización de la vivienda gaucha de siglo XIX y en los de Francisco Aparicio al describir la vivienda natural de Córdoba de inicios de siglo XX (Coluccio, 1981; Aparicio, 1931). Otrosmuchos autores han estudiado este elemento, cuya presencia es muy difundida en la vivienda vernácula de La Pampa y de otras provincias argentinas como Mendoza y Jujuy (Esteves, 2013; Tomasi, 2013).
En el caso de los puestos de La Puntilla, es en la enramada donde transcurre la vida diaria (Poduje, 2000). Como se dijo, es un espacio semicubierto o semiabierto cuya estructura está conformada por horcones y vigas de troncos de madera local sin aserrar (jarilla, chañar, caldén), cubierta por ramas. Al igual que el resto de la tipología, algunos puestos han incorporado para su construcción materiales industrializados como chapa, lonas de polietileno, postes extralocales y caños petroleros, entre otros (ver Fotografías 3 y 4).
Fotografías 3 y 4
Enramada adosada a la vivienda (arriba) y enramada aislada (abajo)
Fuente: registros de las autoras, 2018.
La enramada generalmente tiene igual o mayor superficie que las áreas comunes cubiertas del puesto, debido a la multiplicidad de actividades que se realizan allí. Es en este espacio donde se realizan los primeros intercambios sociales cuando se recibe una visita, familiares o los esperados mercachifles [8]. El lugar suele contar con sillas y mesa a la espera del inicio del mate, práctica social muy difundida en la provincia y en el sur del continente. Asimismo, es el espacio de encuentro (ver Fotografía 5), el sitio de reuniones, juegos típicos y bailes en el caso de cumpleaños o celebraciones anuales, momentos en que las familias numerosas de la zona ven propicia la ocasión para reencontrarse.
Muchas tareas domésticas también son realizadas en este espacio de transición. El teñido de lanas y el tejido en telar son actividades que las mujeres del puesto llevan a cabo en la enramada, donde confeccionan prendas, mantas y matras para uso familiar o venta extra predial. Los hombres aportan además el trabajo en soga para el manejo del ganado (riendas, sogas y cuerdas para enlazar), que dejan colgadas secándose en este sitio. También utilizan este espacio para preparar ungüentos y medicinas regionales con hierbas del lugar (para uso doméstico o del ganado), que son recolectadas en el espacio de pastoreo y posteriormente puestas a secar colgadas de las envolventes de la enramada. En algunos casos la cocina exterior y el fogón se encuentran próximos a la galería.
En la mayoría de los casos los dispositivos para el uso del agua también se encuentran ubicados dentro de este recinto. Es el caso de los tanques para abastecimiento y posterior distribución del agua potable que los municipios les proveen, y de los baldes utilizados para la recolección de agua de lluvia ocasional. Es así como muchas tareas de lavado y limpieza se realizan allí, incluso en ocasiones también de higiene personal.
Diversas labores propias de las prácticas económicas de los puesteros también se realizan allí. Los animales obtenidos de la caza menor en el monte abierto, e incluso ejemplares de las majadas propias, son faenados y posteriormente colgados de la cubierta de la enramada para despostar o secar junto con sus cueros. Es una práctica generalizada la de sujetar de sus envolventes todo tipo de artículo o herramienta susceptible de ser usada para las prácticas de producción diaria, destacándose entre ellos sogas, baldes, recados, rollos de alambre y latas (ver Fotografías 6 y 7).
Fotografías 6 y 7
Interior de enramada.
Fuente: registros de las autoras, 2013.
Las herramientas de trabajo de mayores dimensiones también suelen estar ubicadas en el piso de la enramada o próximos a esta. Además, suelen poseer reservas de alimento balanceado y fardo al reparo del sol y del viento en estos sitios.
Observamos así que no se puede desvincular el uso económico del espacio de su control social y simbólico (Göbel, 2002). Por medio del trabajo de campo identificamos que este espacio alberga un sinnúmero de prácticas domésticas, económicas y sociales, razón por la que se lo puede considerar un testimonio tangible de la identidad cultural de los puesteros de La Puntilla.
Últimas consideraciones
Este espacio de borde que representa La Puntilla se encuentra subordinado a la dinámica del manejo de aguas, pero asimismo presenta intersticios para la generación de formas de organización espacial locales, que expresan formas de adaptación a un ambiente sin presencia hídrica permanente. Las familias ribereñas han generado nuevas estrategias de reproducción social, usos y apropiaciones del espacio. Como resultado de más de setenta años con ausencia de un caudal constante en el Atuel y sus brazos, los puestosse han relocalizado en busca de agua dulce y/o mejores pasturas, en muchos casos, con la ocupación de cauces secos en períodos de ausencia de caudal. Asimismo, se han realizado nuevos pozos de agua y bebederos en plenos cauces para el abastecimiento de agua, antes obtenida del río.
Entre los principales obstáculos identificados en el campo se menciona la mayor profundidad de la napa freática e incremento de la salinidad y la necesidad buscar nuevas fuentes de abastecimiento del agua extralocales (municipal y privada) para el consumo doméstico. Además, las familias deben realizar grandes restricciones en el consumo de agua para no desabastecerse (para beber, bañarse y asear la casa). Las viviendas y corrales, asimismo sufren en momentos de crecidas, inundaciones y procesos de deterioro por salinización de los muros.
Esa carencia de agua o su salinización les impide realizar huertas familiares o plantaciones de frutales o cortinas de árboles para frenar el viento; practicar una agricultura forrajera de complemento a la ganadería y los obliga –en tiempos de ausencia de río– a disminuir la cantidad de ganado por la salinidad del agua o bien, por falta de pasturas; y –en tiempos de crecidas–, a relocalizar las majadas porque los animales se empastan, se pierden y se limita la capacidad de receptividad ganadera por la formación de pequeños bañados estancados, sin drenaje. Otro proceso identificado, en ciclos de ausencia de caudal es la invasión de especies exóticas, tales como los tamariscos, que cubren los cauces y las zonas de humedales y reducen la capacidad de absorción del suelo.
En este marco, la vivienda campesina no solo debe analizarse desde su morfología o estructura sino también desde su imbricación con aspectos de la realidad social de las personas que la habitan (Tomasi, 2011), así como también en el contexto socioespacial en el que se desenvuelven los sujetos. La expansión de la frontera ganadera, el negocio inmobiliario, la actividad turística y el impulso hidrocarburífero en el oeste de la provincia de La Pampa han motivado una mayor interacción entre los puesteros y otros actores sociales, especialmente a raíz de la puja por la territorialidad (Comerci, 2011). Esta situación ha motivado cambios en la arquitectura doméstica de la zona, destacando entre ellos, el reemplazo de sistemas constructivos tradicionales, como la quincha, por materiales y tecnologías que el discurso arquitectónico asocia con mayores posibilidades de progreso y estatus social. Consideramos estos procesos como una estrategia de los puesteros para incorporarse a una nueva realidad aun cuando esta situación sea real o ficticia (Tomasi, 2006). Los puestos, y la territorialidad campesina generada, son testimonios de los cambios y permanencias en las prácticas sociales de quienes las habitan, expresándose en su composición funcional y tecnológica. La conformación espacial de los puestos obedece a funciones productivas propias del pastoreo y cría de animales. A pesar de su localización rural aislada, podemos observar la necesidad simbólica de los sujetos de establecer un espacio doméstico, de uso privado para el núcleo familiar, y de configurar un espacio peridoméstico, donde desarrollar las actividades productivas, sociales y recreativas, que sirva a su vez para antropizar las áreas próximas a la unidad arquitectónica, diferenciándolas del campo abierto.
La adaptación de la arquitectura doméstica a las costumbres, formas de vida y de producción, así como también la organización espacial, la relación entre sí de cada una de las habitaciones y de los edificios dentro del conjunto, han dado coherencia a la arquitectura de cada pueblo (Viñuales, 2005). El estudio de la vivienda vernácula aporta al conocimiento de las estrategias de vida de los puesteros/ras y sus métodos de adaptación y resiliencia ante los conflictos económico-territoriales que experimentan a diario. En una localización de características semiáridas y ubicación dispersa, la enramada aparece como un elemento de interacción entre la privacidad de la vivienda y espacio exterior. Es un ambiente con funciones sociales, utilitarias y de protección, que representa la multiplicidad funcional de la unidad doméstica campesina de manera acertada.
Los saberes de estos pueblos campesinos deben ser visibilizados puesto que contienen en sí mismos la creatividad y capacidad suficiente para continuar asegurando su persistencia productiva. Asimismo, la caracterización de sus espacios habitables y la identificación de sus significados y valoraciones pretende realizar un aporte teórico para posibles planificaciones estatales en el sector, siendo que su estudio procura aportar al conocimiento de la identidad cultural del sitio y de las formas de organización del territorio, evidenciando la dialéctica entre naturaleza y cultura (Esteves, 2013). Problemáticas complejas que, sin dudas, requieren junto a una activa intervención pública, de miradas holísticas, interdisciplinarias y que recuperen los saberes populares para mejorar las condiciones de vida de estos grupos y posibilitar la persistencia campesina en condiciones dignas en estos espacios ■
Agradecimientos
Agradecemos a las familias de La Puntilla que aportaron información imprescindible para el desarrollo de esta investigación.
REFERENCIAS
- Aparicio, F. (1931). La vivienda natural en la región serrana de Córdoba. Buenos Aires: Publicaciones del Museo Antropológico y Etnográfico/Facultad de Filosofía y Letras-UBA.
- Bendini, M. y Steimbreger, N. (2013). Territorialidad campesina en el sur de Argentina. Cambios productivos y laborales como formas de resistencia. Revista Eutopía, (4), pp. 25-44.
- Bjerg, M. y Boixados, R. (2004). La Familia. Campo de investigación interdisciplinario. Teoría, métodos y fuentes. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.
- Bourdieu, P. (2014). Las estrategias de la reproducción social. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
- Cáceres, D. (2003). El campesinado contemporáneo [173-190]. En R. Thorton y G. Cimadevilla (Ed.). La extensión rural en debate. Concepciones, retrospectivas, cambios y estrategias para el Mercosur. Buenos Aires: INTA.
- Coluccio, F. (1981). Diccionario folklórico argentino. Buenos Aires: Plus Ultra.
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Notas
1. Para este trabajo consideramos necesario individualizar la vivienda campesina respecto del resto de las viviendas rurales. Las unidades campesinas pueden ser entendidas como un ámbito de actividad múltiple que no se restringe exclusivamente a la residencia de la familia sino también al espacio (re)productivo. Presenta una mayor complejidad funcional y a menudo constituye la principal fuente de provisión de alimentos para el grupo doméstico. El productor con perfil campesino, se caracteriza por utilizar mano de obra familiar, realizar un control formal del proceso productivo, y poseer escasa disponibilidad de los recursos productivos, una posición subordinada en el plano socioproductivo y dificultades estructurales para acumular capital (Cáceres, 2003). (Volver)
2. Los puesteros/ras (Comerci, 2012a) son los productores familiares, crianceros, con perfil campesino que habitan en el puesto, residen y trabajan en su unidad productiva, cualquiera sea su relación jurídica con la tierra (propietarios, poseedores o apareceros precarios). (Volver)
3. El Pilquen es un sistema de registro de familias beneficiarias de programas sociales estatales de la provincia de La Pampa. Se caracteriza por presentar convenios de articulación de información con otros organismos (Salud, Educación, Poder Judicial, entre otros). Es un instrumento técnico para acentuar la coordinación de los programas sociales estatales, asegurando disponibilidad de información sobre la población vulnerable y sus condiciones operativas, con actualización permanente, con el fin de optimizar la ejecución de las políticas sociales (http://www.mds.lapampa.gov.ar/pilquen.html, consultado el 26 de marzo de 2018). (Volver)
4. Las familias entrevistadas no participan actualmente de la asociación El Salitral que aglutina productores crianceros en Santa Isabel, fomentada desde el Programa Social Agropecuario, luego Secretaría de Agricultura Familiar, hoy devenida en el Instituto de Modernización. (Volver)
5. Las primeras investigaciones de vivienda vernácula en la provincia de La Pampa hablan del uso de letrina separada de la vivienda (Poduje, 2000). Desde fines de siglo XX a la actualidad, a causa del avance de articulaciones productivas y sociales entre los puesteros y otros espacios urbanos, así como por la intervención del Estado Provincial en obras públicas y privadas en el sector, muchos puesterosincorporaron el baño como un local más dentro de la vivienda, si bien, sigue existiendo la vieja letrina abandonada en el espacio peridoméstico. (Volver)
6. Los puesteros/ras suelen constituir familias ampliadas o ensambladas. (Volver)
7. El estanteo-quincha es un sistema constructivo en tierra, de la familia de los entramados, que se caracteriza por tener un entramado de madera rústica montada sobre horcones, y las sujeciones de listones horizontales a los pilares. Una vez armada la estructura principal se realiza un embarre con mezcla de tierra, agua y fibras vegetales (Flores, 1994). En este caso las fibras vegetales son de especies vegetales llamadas comúnmente pichana, jarilla y solupe. (Volver)
8. Se llama comúnmente mercachifles a los vendedores ambulantes que recorren los puestos ofreciendo bienes de consumo, y, eventualmente, comprando parte de la producción (Comerci, 2015). (Volver)