Las plazas de mercado de Bogotá: tensiones entre preservación e innovación desde el diseño invisible de servicios y experiencias

Resumo

Mi primer recuerdo de las plazas se remonta a cuando tenía 6 años y estaba con mi familia en la plaza abierta de Santa Librada en Usme. Mientras iba en los hombros de mi mamá, comía banano con habichuela, una mezcla excepcional. Adoraba ver los colores vivos e intensos, sentir las texturas de los frijoles y la arveja, saborear las frutas que me regalaban en cada puesto, oler las frutas frescas y como no, el olor del pescado que mi abuela siempre seleccionaba con tanto cuidado para hacer su sancocho cada domingo. Las plazas han sido lugares de constante cambio, hemos visto plazas desaparecer y otras cambiar, tanto que ya hasta nos preguntamos si siguen siendo plazas o si son nuevos centros comerciales o gigantescos restaurantes. Siendo diseñadora industrial, mujer indígena y amante de las plazas de mercado, me propuse abrir un espacio para entender por qué estas han marcado la memoria no solo de una niña, sino de los que todavía preferimos ir a la plaza que a los supermercados. Para ello, me enfoqué en el diseño de experiencias y servicios que los vendedores han construido de manera autodidacta y como han llegado marcar la memoria de quienes las habitan. Esta investigación emplea etnografía y autoetnografía visual multilocalizada para explorar las tensiones, emociones, el diseño popular y el diseño del sur global de los vendedores a través de la fotografía análoga, la representación gráfica y el relato.